viernes, 5 de mayo de 2017

Cuesta saber quien tiró la primera piedra que desató la avalancha, aunque probablemente "y al igual que todo en este universo", como dirías vos, lo más probable es que fuera mi culpa. Solo que en este caso, tendría que darte la razón.
Después de todo, fui yo quien comenzó a sacar cosas de ese pequeño "baúl de los recuerdos" que tengo de nuestra relación. en el cual guardo cada dibujo, canción y momento que para mi valga la pena de ser guardado, además de tantos otros que permanecen simplemente en mi memoria.
Y así, en esa habitación blanca donde siempre eramos solamente nosotros, permanecimos hasta la madrugada recordando otras épocas, mientras el aire comenzaba a teñirse de sentimientos que se hacían cada vez más difíciles de controlar.

- Quizás debería irme a dormir. - Te dije, poniéndome de pie, como si estuviese previendo el desenlace de aquella conversación si continuábamos.
- ¿Te puedo dar un abrazo? - Dijiste, de la nada, con esa habilidad que tenés de ser impredecible.
Bajé la mirada, y sonreí para mí mismo, sabiendo que era esa misma habilidad la que hacía que bajara mis defensas contra vos.
- No - Te respondí, acercándome  y tomándote la mano para ayudarte a levantarte, rodeándote con mis brazos por la cintura en cuanto ta tuve frente a mí. - Te lo doy yo. - Dije para terminar aquella negación inconclusa.
Tus brazos me rodearon de igual forma, y escondiste tu rostro en mi hombro. - Solo un momento... - Susurraste, pero me dió la impresión de que estabas hablando con vos misma.

- Y, no tenés que pedirme permiso. - Te recordé, luego de unos instantes de silencio.
-Pues... No sé. Y sé que los abrazos te parecen importantes, pero tenía ganas de besarte. - Soltaste, y sentí tu cuerpo tensarse al instante, y no pude evitar sonreir. - Digo, abrazarte. - Hundiste tu rostro aún más. - Ah, que idiota...
- La belleza de los fallidos. - Dije riéndome un poco, pero no quise hacer foco en ese tema. - Y, si. Los abrazos son importantes para mi, pero vos no tenes que pedirme permiso. - Concluí, separándome lentamente. - ¿Vamos a dormir? - Pregunté, mientras caminaba hacia la cama.
-No, mejor no. Ahora no puedo estar en una cama con vos, me quedo aqui en el suelo, a un ladito. - Dijiste, mientras te sentabas en el suelo, justo al lado de la cama.
- ¿Por qué? -
- Porque soy algo impulsiva, asi que...
- Podés practicar el autocontrol. - Bromeé, mientras me sentaba en la cama.
- ¿Con vos? - Preguntaste, y me miraste hacia arriba.
Yo sonreí, divertido. - Si. -
Enseguida miraste hacia otro lado, ligeramente sonrojada. - Ahora todo suena muy mal en mi mente. - Dijiste, encogiéndote un poco en tu lugar. - Ah, no me hagas cruzar lineas porque soy más impulsiva que vos y lo sabes, y sé que me estás picando. - Me advertiste, en un regaño.
-Pero vos me tentás a mi diciendo esas cosas.
- Yo no te tiento a vos - Te apresuraste a decir, quejándote de mi acusación.
-Ah, no... decirle a alguien que tenés ganas de besarlo no es tentador. - Retruqué, recordándote el pequeño fallido que acababas de tener.
- ¡Pero no lo hice a proposito! Y yo se que vos sí. Sos de picar y hacer que yo diga o haga cosas.- Te quejaste, una vez más.
- Claro que no, no quiero que vos hagas las cosas. - Sonreí. - Pero me gusta tentarte, no lo voy a negar. -
Me miraste de reojo, acusándome con la mirada. - Entonces ¿Solo me picas para volverme loca o que? -
Mi sonrisa se ensanchó levemente, mientras me acostaba finalmente en la cama. - Si volviéndote loca hago que pienses en mi, puede ser. - Solté, con mi mirada fija en el techo.
- Fuck you. - Fue lo único que atiné a escucharte decir, echándome a reír levemente.
- Veni, - Te dije, dando unas palmadas al otro lado de la cama. - ¿O te vas a quedar en el suelo?
- Si, me das miedo. Bueno, me doy miedo. -
- No va a pasar nada. - Te aseguré, creyendo en eso realmente. - Veni. -
- ¿Por qué querés que vaya?
-No es para tentarte. - Aclaré.
-Pero vos no sos el problema. - Dijiste, pero luego suspiraste, resignada. - Está bien.
- No te preocupes, ya me voy a dormir. - Dije para tranquilizarte, mientras bordeabas la cama, acostándote enseguida a mi lado. Me volteé de lado, solo para verte, y estiré mi mano para tomar la tuya, entrelazando nuestros dedos. - Quería dormir así, sosteniéndote la mano, al menos una vez. - Confesé, y alcé los ojos para encontrarme con los tuyos. - ¿Está mal?
Vos simplemente negaste con la cabeza, y sentí tu mano apretar más la mía.
Sonreí un poco, sabiendo que quizás te estaba presionando demasiado. - Me voy a dormir, así dejas de batallar. -

Sin embargo, fueron tus manos las que me detuvieron, posándose en mi rostro, sin que dijeras absolutamente nada. Te miré una vez más, y pude ver esa lucha en tus ojos; el amor entremezclado con el miedo, la culpa y el deseo, arremolinándose de la misma forma que lo hacían en mi interior.

No se realmente que hubieras hecho si no actuaba, pero si algo sabía, era que si eras vos quien lo hacía, ibas a transformar ese momento en una causa más para atormentarte. Y no iba a dejar que transformaras nuestro primer beso en eso.

Con mi corazón palpitándome acelerádamente, y el miedo de no saber si realmente querías que hiciera algo como eso, me acerqué a tus labios, sellando su unión con los míos en un pequeño beso, que prolongué solo unos instantes. - Ya no tenés que sentirte culpable. - Dije, separándome apenas.

Al abrir los ojos, me encontré con tu mirada sorprendida, y tu rostro colorado por la pena, temblando ligeramente sin saber que decir, o cómo reaccionar. - No puedo creer que lo hiciste. - Susurraste, aún en una especie de estado de shock.
Desvié la mirada, algo apenado también, sin saber si ese "No lo puedo creer" era algo bueno o malo. - Para que ya no dudes de mi peligrosidad también. -
- ¿Por qué estás tan tranquilo?! - Preguntaste, algo alterada. - No le restes importancia así.
- No le resto. - Te aseguré, poniéndome serio repentinamente.
- Pues tampoco decis nada. -
- ¿Qué querés que diga? No estoy alterado como vos, solo estoy feliz. - Dije, escapándoseme esa sonrisa que solo vos sabías generarme.
Lo próximo que vi, fue que pusiste un almohadón en mi cara. - No me pongas esa sonrisa boba. - Me pediste, y se notaba la pena en tu voz.

El silencio reinó la habitación unos instantes.
- ¿En qué pensás? - Te pregunté, sabiendo que estarías torturándote.
- En miles de cosas. - Resumiste, pero luego continuaste. - En... que no sé qué va a pasar ahora. Que todavía tengo ganas de besarte y en parte me siento culpable, aunque si lo hubiera concretado yo, hubiera sido peor... porque no hubiera sido solo un besito y terminaría besándote como loca. - Soltaste, tensándote nuevamente por tu repentina confesión. - Ah, olvida eso... Solo es que me siento mal porque sigo con ganas de besarte, y no está bien. Pero bueno, pasó, listo. Además fue solo uno, pero ya dos es otra cosa. - Dijiste, como si estuvieras hablando con vos misma una vez más.
Sonreí, y volví a a acercarme a vos, capturando esta vez tu labio inferior entre los míos, acariciándolo unos instantes. - Si, es verdad. Dos ya es otra cosa. - Susurré, divertido.
-Ah, te odio, te odio tanto. - Dijiste, con ligera molestia, antes de apegarme a vos y profundizar aquel beso, en el que nos hundimos por unos instantes.
-Es una lástima que me odies. - Me separé apenas de tus labios, quedándome viéndote unos instantes, sintiendo como la llama flameaba dentro de mi pecho. - Porque yo te amo.
Se te escapó una sonrisa, y acariciaste mi mejilla. - Ah, no podés decirme eso también, es jugar sucio. ¿ Por qué me estás haciendo esto?
Me encogí de hombros levemente. - Quizás estoy dejándome llevar un poco, sin pensar demasiado para variar. Solo hago lo que siento. - Resumí, con tranquilidad.
Tomaste mi mano y la apretaste levevemente. - Mañana será un día de culpas posiblemente, pero... hoy te quiero para mi. - Cerraste los ojos, y te acercaste más a mi para apoyar tu cabeza en mi pecho. - Hoy egoístamente quiero ser yo.
No respondí, pues no creí que fuera necesario, permaneciendo en silencio mientras te abrazaba una vez más.

- ¿Vamos a dormir? - Pregunté, luego de unos instantes.
- Si. - Respondiste, simple y concisa.
- Pero te quedas acá. - Remarqué, y apreté el abrazo solo por si las dudas.
No pude verlo con claridad, pero estoy seguro de que sonreíste. - No pensaba irme a otro lugar. - Fue lo último que dijiste, antes de que nos quedáramos así, abrazados ambos sin poder dejar de pensar en lo que acababa de suceder ese día.